Ahora que se acerca el veranito es cuando más nos preocupa deshidratarnos, ya que relacionamos el calor con la deshidratación. Sin embargo, cuando aparece, no siempre es consecuencia del calor. El frío también puede provocarla indirectamente. Y es que en invierno, al hacer frío bebemos menos y podemos perder más agua de la que creemos, sobre todo si practicamos algún deporte.
En términos generales, la deshidratación tiene lugar cuando el cuerpo pierde más agua de la que ingiere. De manera que, aunque se aconseja beber una media de 2 litros de agua al día, esa cantidad depende mucho de la actividad física de cada persona. No pierde la misma cantidad de agua una persona que tiene una vida sedentaria, que una persona que practica varios deportes. Tampoco afecta igual según la edad, peso y estado de salud general. Por ello la cantidad de agua que debe ingerir cada persona, variará en función de estas cuestiones.
De todos modos, perdemos agua a todas horas. Desde que nos despertamos y hasta cuando dormimos. Funciones tan básicas como respirar o ir al baño, provocan la pérdida de líquidos que debemos reponer para no deshidratarnos. Así que cuando el cuerpo detecta que empezamos a deshidratarnos, nos alerta a través de la aparición de la sed.
Tal vez no lo sabes, pero existen tres tipos: la isotónica, la hipertónica y la hipotónica.
Las causas de su aparición pueden ser muchas. Desde problemas gastrointestinales o trastornos renales, hasta diabetes o exceso de sudoración. De modo que si tienes cualquiera de estos problemas seguro que tu médico ya te ha dado las pautas para mantener la deshidratación a ralla. Pero también podemos deshidratarnos simplemente por no ingerir suficientes líquidos o exponernos a condiciones climáticas o de esfuerzo extremas. En estos casos recuerda tener a mano una botella de agua para no sufrir las consecuencias.