¿Te gusta cocinar? Si la respuesta es sí, entonces deberías saber (si no lo sabes ya), que no cualquier agua sirve para ello. Y es que el agua tiene que ser de calidad no sólo cuando bebemos, sino también para algo tan cotidiano como cocinar. Y es que el agua se convierte en nuestra cocina, en un ingrediente más. Así que utilizas los mejores condimentos, ¿por qué no vas a usar la mejor calidad del agua? Estamos convencidos que de ésta dependerá el éxito de tu receta.
Entre los factores que más contribuyen a que nuestra comida y/o bebida esté más sabrosa, es sin duda el grado de dureza del agua. Que un agua sea más dura o más blanda, hará que las masas, por ejemplo, sean más o menos consistentes, o más o menos pegajosas.
La respuesta es por supuesto. Un agua osmotizada, sin cloro, sin cal, sin sabores, con un pH neutro y bajo en residuos, hará que desaparezcan sabores y olores desagradables. Prueba a preparar un té o un café con agua de grifo o agua filtrada con ósmosis doméstica. ¡Notarás la diferencia!
Cuanto más dura sea el agua en tu zona, el tiempo de cocción aumentará. Si por ejemplo dejas una noche las legumbres en remojo, déjalas un día entero o parecerá que no terminan nunca de ablandarse. Además el sabor, como ya hemos mencionado, no va a ser el mismo. Esto se debe a los residuos existentes en la propia agua.
Por último, el agua dura, puede también afectar al color de los pigmentos de algunos vegetales, volviéndose de otro color al cocinarlas.
Así que como consejo, ¡trata de cuidar bien lo que comes, pero también lo que bebes!